Presentación del DHCM en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), 2015.  De izq. a der.: Wolfgang Fritz Haug, Frigga Haug, Elvira Concheiro, Gabriel Varga Lozano, Jaime Ortega Reyna. ©  CEIICH-UNAM

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Wolfgang Fritz Haug

El proyecto del Diccionario Histórico-Crítico del Marxismo

Presentado en la Universidad Complutense de Madrid, el 23 de marzo 1999. Traducción de Pedro Ribas y Montserrat Galcerán, con correcciones de Illana Giner Comin.

Un preludio de hace 300 años

«Habría miles de cosas que explicar en este [prólogo], pero como no podría hacerlo sin una prolijidad que fatigaría a los lectores, me parece mejor contenerme que cansar en demasía su capacidad de aguante.»

Tal cortesía conviene al responsable de un diccionario en su trato con el público. Esto nos lo enseñó nada menos que Pierre Bayle, al que debemos el primer diccionario histórico-crítico. Así comienza, en efecto, su prólogo de 1696. Quisiera empezar inmediatamente con su primer punto, que viene como anillo al dedo para la obra que hoy tenemos que presentar.

«Declaro, en primer lugar, que esta obra no es en modo alguno la que yo había prometido en el proyecto, antes publicado, de un diccionario crítico.»

«Erreurs» y «fautes» constituyen categorías-clave: errores, y faltas. «J’avois dessin de composer un Dictionaire de Fautes.» Pero resultaría pedante ir caso por caso: hay demasiadas faltas carentes de interés. Por ello acudió a una «nouvelle économie» de los artículos. Estos comienzan con lo reseñable históricamente, a lo cual se añaden, en una segunda parte, comentarios, correcciones de opiniones habidas hasta el momento y, a veces, reflexiones filosóficas.

Descripción del DHCM

Ya desde hace tiempo se hallan integrados lo crítico y su examen; «histórico-crítico» es una expresión firme de la praxis editorial. Pero en relación con el marxismo ha cobrado, debido al derrumbe del socialismo soviético, una actualidad que proviene del contenido.

Comencemos por la descripción exterior del DHCM: El diccionario está proyectado en 15 volúmenes, de los cuales ya se han publicado tres con unas 3.000 columnas, y el cuarto se prepara para fines de 1999. La obra está en alemán y contiene equivalentes terminológicos en árabe, inglés, francés, ruso, español y chino. Trabajamos sobre más de mil quinientas entradas. En los tres primeros volúmenes publicados hasta ahora, casi la mitad de los autores viene de Alemania. Los demás proceden de muchas otras partes del mundo, y de todos los continentes. El número de autores se está acercando a los mil. La composición orgánica de los autores está cambiando continuamente, siendo la tendencia que el porcentaje de autores de fuera de Alemania sea cada vez mayor. Es una obra global. La sede de la redacción está en Berlín, pero en internet y por correo electrónico circula una parte siempre creciente de informaciones, consultas y debates en torno al diccionario.

Constitución de un comité consultivo mexicano del DHCM (1996) –de izquierda a derecha: Gabriel Vargas Lozano, Bolívar Echeverría, Wolfgang Fritz Haug, Carlos Aguirre, Frigga Haug y Carlos Figueroa en el Café de la Librería Gandhi.

Constitución de un comité consultivo mexicano del DHCM (1996) –de izquierda a derecha: Gabriel Vargas Lozano, Bolívar Echeverría, Wolfgang Fritz Haug, Carlos Aguirre, Frigga Haug y Carlos Figueroa en el Café de la Librería Gandhi.

Las entradas

Se trata de un diccionario de conceptos. Las personas aparecen a lo sumo en relación con sus palabras-clave (así, Althusser, con «aparatos ideológicos del Estado», Brecht con «Verfremdung», o Mariátegui con «Socialismo indo-americano»); o cuando han fundado escuelas o «ismos»: «gramscianismo», «ideas de Maotsedong», etc. Se tratan hechos históricos («Revolución Francesa») o nombres de lugares simbólicos («Palacio de Invierno», «Auschwitz»), que figuran como eventos sobre los cuales se han multiplicado los debates. También se asumen conceptos polémicos cuando van ligados a experiencias y conflictos de relevancia teórica. A ello se añade el vocabulario de la autocrítica comunista y los conceptos de índole diagnóstica de la Perestroika, así como el vocabulario de los nuevos movimientos sociales, así llamados desde hace 20 años, sobre todo del feminismo y de la ecología, pero también de la teología de la liberación, etc.

El tomo tres, por hablar del último publicado, trata conceptos que (en alemán) empiezan con E. Ese tomo contiene 116 entradas, siete de ellas con más de un artículo (por ejemplo: «conjunto de las relaciones sociales» en tres artículos). 99 autores / as han colaborado. El aumento en un tercio del contenido se debe, en parte, a que algunos términos omitidos en los dos primeros tomos han sido recuperados bajo otra denominación (Exclusión, en lugar de Ausschliessung, Existencia, en lugar de Dasein) o bien en otro contexto (Einzelnes–Besonderes–Allgemeines / singular–particular–general, en lugar de Allgemeines y Besonderes). Además, la E no es sólo la letra inicial más frecuente del alemán, sino que lo es también de una serie de conceptos histórico-críticos, especialmente fecundos, del vocabulario político-teórico. Otro aumento procede del afinamiento exploratorio. Si muchas entradas proceden del lenguaje filosófico (Ebene / nivel, Einheit / unidad, Eklektizismus / eclecticismo, Empirismus / empirismo, Entäusserung / exteriorización, Entwicklung / desarrollo, Entwurf / proyecto, Enzyklopädie / enciclopedia, Epistemologie / epistemología, Erfahrung / experiencia, Erkenntnis / conocimiento, Erkenntnistheorie / teoría del conocimiento, Erscheinung / apariencia, Ethik / ética, Evidenz / evidencia, Existentialismus / existencialimo), otras provienen de la política del siglo XX con sus catastróficas transformaciones (Ende der Geschichte / fin de la historia, Endlösung / solución final, Entkolonisierung / descolonización, Entmaoisierung / desmaoización, Entnazifizierung / desnazificación, Entstalinisierung / desestalinización, Entwicklungsländer / países en vías de desarrollo, epigonaler Stalinismus / estalinismo epigonal, europäische Integration / integración europea, Exterminismus / exterminismo, Extremismus / extremismo) o especialmente del lenguaje del movimiento obrero (Einheitsfront / frente unido, Erster Mai / Primero de Mayo, ethischer Sozialismus / socialismo ético) y de la crítica de las izquierdas (Etatismus / estatismo, Ethnozentrismus / etnocentrismo, Eurozentrismus / eurocentrismo), así como de la autocrítica de las izquierdas (Erneuerung / renovación). Otras entradas se han añadido a tenor de la ecología (Elektrifizierung / electrificación, Energie / energía, Entropie / entropía, Erde / tierra, Exkremente der Produktion / excrementos de la producción-). Si por las arbitrariedades del alfabeto los conceptos del movimiento femenino y del feminismo han recibido en el tercer volumen un tratamiento de madrastra, tales arbitrariedades favorecerán tanto más al cuarto volumen, en el que una sexta parte de las entradas proviene de este ámbito (porque Frauen / mujeres tanto como Feminismus y sus compuestos empiezan, en alemán, con F).

Mientras que hay términos como Emanzipation / emancipación y Entfremdung / alienación que uno espera encontrar por lo general, hay otros cuya presencia en un diccionario del marxismo puede causar sorpresa. Sobre todo puede que se froten los ojos aquellos que tengan en la memoria los manuales del marxismo-leninismo. Algunos artículos se ocupan de categorías elementales del ser social (Egoismus / egoísmo, Einsamkeit / soledad, Elend / miseria, Essen / comer); otros, de cuestiones relativas a la relevancia sociopolítica de las prácticas intelectuales (eingreifendes Denken / pensamiento de intervención, Elfenbeinturm / torre de marfil, Engagement / compromiso, Erbe / herencia, Erinnerungsarbeit / trabajo de rememoración, ethisch-politisch / ético-político, Eule der Minerva / lechuza de Minerva); otros, en cambio, de prácticas estéticas (Einfühlung / empatía, episches Theater / teatro épico, Expressionismus-Debatte / debate sobre el expresionismo), o bien categorías de la filosofía del tiempo o de la teleología histórica (Eingedenken / recordatorio, Entzauberung / desencantamiento, Erinnerung / recuerdo, Erlösung / redención, Ewigkeit / eternidad). Quien se orienta por representaciones del marxismo tradicional encontrará también conceptos de esta índole (ehernes Lohngesetz / ley férrea de los salarios, Eigentum / propiedad, einfache – komplizierte Arbeit / trabajo simple – complejo, einfache Warenproduktion / producción simple de mercancías, einfache Zirkulation / circulación simple, Enteignung / expropiación, Extraprofit / superganancia-); sin embargo, en la mayoría de los casos el DHCM se presta a las sorpresas.

Se pueden descubrir no sólo entradas inesperadas sino afiliaciones múltiples. Basta seguir los lugares a los que se remite al final de cada entrada para ver surgir un mundo descentral en el que caben muchos mundos.

La historia del proyecto

No es la primera vez que un diccionario nuevo nace del proyecto de traducir, adaptar o completar otro. El diccionario más célebre del Siglo de las Luces, la Enciclopedia de Diderot, nació de un proyecto de traducción; el Historisches Wörterbuch der Philosophie de Joachim Ritter deriva de un proyecto de revisión. El Diccionario histórico-crítico del marxismo tiene su origen en la planificación de volúmenes adicionales a una traducción. Los anuncié en mi prefacio a la edición alemana del Dictionnaire critique du marxisme, dirigido por Georges Labica y publicado en primera edición en París en 1982, y aparecido en traducción alemana, bajo mi responsabilidad, en ocho volúmenes desde 1983 hasta 1989. Paralelamente trabajábamos en estos años preparando volúmenes suplementarios que debían completar el acento francés de esta obra con otros acentos, especialmente alemanes. Todas las corrientes ligadas de algún modo a Marx fueron invitadas en esta época. Cuando el proyecto se vio bloqueado entre el anatema dogmático y la melindrería social-liberal de la Alemania de entonces, todavía formada por dos Estados, el proyecto se internacionalizó y buscó en primer lugar, en cuanto fuera posible, la cooperación de intelectuales del «Tricontinente» Asia, África y Latinoamérica. La forma de suplemento se quedó pronto limitada, aunque no fuera más que por razones formales, ya que el volumen de los suplementos se había incrementado de tal manera, que sobrepasaba la obra traducida.

Al mismo tiempo, existían razones internas para comenzar de nuevo. Una problemática nueva, en sentido extenso, surgió de una configuración de campos de crisis y de crítica. Los «límites del desarrollo» y otros problemas existenciales, a los cuales se abocaron los nuevos movimientos sociales, así como también la imposición del modo de producción de la alta tecnología, condujeron hacia un desplazamiento progresivo de problemas. La Perestroika soviética y, por ende, el desmoronamiento de la Unión Soviética y el fin del orden mundial, que había tenido su origen en la Revolución de Octubre de 1917 y en la victoria de la alianza antifascista Este-Oeste durante la Segunda Guerra Mundial, activaron una ruptura epistemológica y un desplazamiento hacia una perspectiva histórica que empujó el proyecto del diccionario hacia una concepción completamente nueva.

Lo específico en comparación con obras burguesas standard

Aún cuando, desde el punto de vista erudito, el Historisches Wörterbuch der Philosophie de J. Ritter constituya un modelo casi inalcanzable, la experiencia de cotejar las «masas de saberes» de una y otra obra incita a la reflexión: no sólo no existen prácticamente coincidencias, sino que es como si el Diccionario histórico-crítico del marxismo hablara en medio de un silencio absoluto que caracteriza el discurso de aquella obra como burgués, de la misma manera que romper el silencio burgués pone de manifiesto, precisamente, la necesidad del diccionario marxista.

¿Intempestivo?

Tras la interrupción del experimento comunista, podría parecer que ocuparse de manera histórica y crítica de algo que ha fracasado, no puede tener más que interés arqueológico para el espíritu de nuestra época; como si no existiera ni un «marxismo occidental» ni la multiplicidad del marxismo científico y cultural de los intelectuales. Pero aunque así fuera y «el marxismo» hubiera zozobrado realmente, permanecería, con todo, como parte de nuestra historia. La ciencia, la cultura y la política del siglo veinte no se pueden comprender sin el desafío del marxismo y las reacciones diversas y antagónicas respecto a él.

El anuncio de su muerte es prematuro. Es verdad que la fusión histórica de teoría marxista y movimiento obrero se ha disuelto. Pero un proyecto inacabado no puede morir mientras los problemas existenciales a los cuales ha empezado a dar una respuesta no se hayan resuelto o hayan perdido su importancia. El pensamiento marxista no es un fenómeno aislado o sectario. Tuvo y tiene su origen en el estudio práctico y teórico de cuestiones sobre la socialización humana y las relaciones con la naturaleza, los antagonismos y las crisis. Estas cuestiones conciernen a todos. Los problemas no se han resuelto y su falta de solución se percibe de manera cada vez más clara, como una cuestión de supervivencia de la humanidad en la «nave espacial Tierra», aún cuando su alcance apenas haya sido comprendido.

De la misma manera que la historia del cristianismo no acabó con la caída del dominio cristiano, la búsqueda teórico-práctica de una socialización solidaria y respetuosa del medio ambiente no terminará con la caída del dominio comunista. Y al igual que la infinidad de crímenes cometidos en nombre del cristianismo no pudieron extinguir su impulso ético, tampoco los cometidos en nombre de un socialismo podrán extinguir la substancia ético-política de la idea socialista.

Joachim Ritter escribió en el prefacio al primer volumen de su diccionario: «no se puede predecir qué forma tomará un día una síntesis nueva y si ésta está en juego o no». Es posible aplicar esta frase al saber marxista en el umbral del siglo veintiuno. Tampoco se puede predecir qué elementos específicos de esta base y en qué combinación serán retomados un día.

Este saber segmentado, lúcido al igual que ciego, surcado por una multiplicidad de antagonismos, con sus pretensiones y sus experiencias, sus suposiciones refutadas y su potencial todavía presente, es el material inmenso e intrincado del Diccionario histórico-crítico del marxismo. Se entiende que éste no pueda presentarse nunca de manera exhaustiva, sino sólo en digresiones, siempre desde un punto de vista limitado. Una delimitación rigurosa no hubiera tenido ningún sentido ya que este saber se comunica especialmente con las tradiciones europeas, y los cruces entre éste y el saber «burgués» siempre han estado abiertos, aún cuando hayan pasado de uno al otro lado a menudo de incógnito. La exposición de formas de pensar y de instrumentos conceptuales y la reproducción de medios de pensamiento permiten conexiones en todas direcciones y muestran posibilidades de contacto.

La significación del proyecto histórico-crítico en la situación poscomunista

La coyuntura histórica es al mismo tiempo favorable y adversa para el proyecto de un diccionario histórico-crítico del marxismo. El desmoronamiento de la censura estatal marxista es favorable para la reflexión de lo acontecido. Los archivos están abiertos, las teorías abandonadas. Lo adverso, en cambio, es la actitud no-histórica de los «vencedores» respecto a la historia, que en gran medida equivale a borrar la memoria social. La situación poscomunista confiere al concepto de lo histórico-crítico incluido en el título una actualidad particular: de lo que se trata aquí es, por una parte, de la evaluación crítica (y autocrítica) de las experiencias históricas y, por otra, del examen científico, de la investigación y del estudio crítico de un material enorme de pensamiento. La mirada histórica y crítica en la «biblioteca» laberíntica del saber marxista puede contribuir a una desilusión benéfica: la memoria crítica puede ayudar erradicar el impulso a la repetición ciega.

El hundimiento del marxismo-leninismo ha dejado, ante todo, una culpa histórica acumulada en la memoria de los pueblos. Ésta se expresa en una montaña de escombros enorme que amenaza con enterrar bajo ella, y sin diferencia, los elementos racionales de lo que se ha venido abajo y los gérmenes de futuro que contiene con los elementos irracionales y hostiles a la vida. Esta situación hace que el esfuerzo y el dolor de lo negativo, en forma de una crítica sin consideración, sean una condición de supervivencia para el pensamiento marxista. Sólo así se lograrían salvar de este hundimiento tesoros humanos como un saber esclarecedor y lleno de fantasía social. Tan sólo la crítica liberadora, de la que hablaba Walter Benjamin, es capaz, cuan Arca de Noé, de transportarlos a otro tiempo.

Una crítica tal es también negativa, puede resultar dolorosa. Pero no pretende nunca situarse en el silencio, allende de lo criticado. Más bien se dirige al interior de la experiencia histórica. En el momento en que se ocupa de ella, la acepta también. No pretende tener la última palabra, sino que rompe con la mezcla de silencio sepulcral y triunfo miope.

La tentativa necesaria de hacer justicia histórica a lo criticado, no siempre tendrá éxito, y, sin embargo, tiene que emprenderse. La actitud de sabelotodo que se adopta después de una derrota no es necesariamente un mejor saber. Con frecuencia es sólo otra forma de la incapacidad de corregirse. Un simple cambio de campo tras la catástrofe estatal socialista huye del proceso de reflexión crítica responsable y cae en la amnesia histórica.

No es necesario recordar aquí ejemplos de cambios de opinión oportunistas tras el fracaso de la tentativa de reforma soviética. Ya la desestalinización ofreció ejemplos en esto sentido. Cuando Nikita S. Kruschef había denunciado en 1956 los crímenes de Stalin – lo que para el experimento comunista equivalía a una «liberación condicional» que más tarde, en 1968, con la represión del comunismo de reforma checoslovaco, se quedó en letra muerta – apuntó Henri Lefebvre que para los marxistas había llegado a ser una moda el burlarse de las citas como ‹el camino más corto de un pensamiento al otro›. Añadiendo: «Esta moda fue creada justamente por aquellos que antes nunca escribieron una línea o pronunciaron una frase sin citar a Stalin. Hoy ocultan su ignorancia y el vacío de su pensamiento de otra manera.»

Sin memoria social no puede haber experiencia. En tiempos de «ruptura histórica» (Peter Glotz) un diccionario histórico y crítico cobra su sentido, como órgano de memoria, al transmitir experiencias de pensamiento. Éstas se forman en el acto de «citar» de manera histórica y crítica, no sólo los méritos brillantes, sino también aquello que expone el vacío teórico del pensamiento enamorado del poder.

Por qué diccionario y no enciclopedia

El concepto de diccionario a menudo provoca malentendidos, sobre todo con los anglosajones, que suelen llamarlo La Enciclopedia marxista, porque para ellos un «diccionario» da definiciones en artículos breves que pretenden ofrecer una verdad sencilla. Lucien Sève pensaba probablemente en semejante idea cuando, en Une introduction à la philosophie marxiste, de 1980, escribía: «La pensée marxiste est moins qu’aucune pensée une pensée de dictionnaire.» (72) Tal idea de una verdad simple, que se da sin esfuerzo histórico-crítico, no se halla nunca en la estructura de las entradas de nuestra obra. Además, las entradas semejan pequeños ensayos.

El Diccionario histórico-crítico del marxismo lleva, además de un acento crítico y práctico, basado en la experiencia, un fuerte acento filológico. En los artículos, las citas concienzudas y las referencias hacen posible continuar trabajando de manera independiente, al mismo tiempo que ofrecen hilos de Ariadna para orientarse en los laberintos de la biblioteca, obteniendo referencias sobre las obras que merecen una lectura nueva para desalojar el fetichismo de la historia. La historia, o las historias, de los conceptos, con un uso y connotación múltiples, tienen un efecto subversivo contra seguridades falsas y sistemas de pensamiento aparentemente sólidos.

Esta concepción, que no quiere llevar a una visión cerrada del mundo, sino hacia un taller abierto, se ajusta a la estructura de un diccionario de conceptos. Mientras que la idea de una enciclopedia parte de la intención de disponer de los círculos del saber encadenados entre sí como los eslabones de una cadena, el diccionario filosofa con el martillo al fragmentar los círculos de pensamiento en conceptos singulares. Aquí no hay ningún sentido abovedado. La disposición imaginaria de éste tiene que dejar lugar a la deconstrucción de la totalidad hermenéutica. La elaboración teórica de la «gramática filosófica» puede contribuir a introducir el saber marxista en una nueva modernidad iluminada por el materialismo histórico que ha dejado atrás los mitos unitarios del sujeto y del sentido, y que, justamente por esto, está en condiciones de retomar de manera nueva el proyecto de una teoría crítica de la sociedad con una perspectiva práctica. Esa fragmentación nos parecía justificar el título de diccionario histórico-crítico, en lugar del de enciclopedia marxista.

Contradicciones

Pues bien, el proyecto del DHCM tiene que soportar, además, una serie de contradicciones. En una entrevista esbocé de la siguiente manera estas contrariedades: «Una obra internacional en una lengua nacional … una autoría global que aspira a ser de más de mil autores y un pequeño soporte local … un esfuerzo gigantesco y ninguna dotación … pluralista con criterios unitarios … democrático con normas de calidad selecta.» Hubiese podido continuar: El DHCM es una obra política, pero que debe ser construida conforme a la lógica «apolítica» de una obra científica o teórica, algo imposible si no es de la mano de una actitud académica plasmada en forma de seminarios de discusión disciplinada y de una simultánea y constante investigación. Semejantes contradicciones exigen de nosotros saltar el foso entre la impaciencia de izquierdas y la estricta disciplina. Algunas veces amenaza con desbordarnos.

Todavía hay más peligros que acechan: semejante trabajo se desarrolla en una zona tabú sobre la que hay que reflexionar. He llegado incluso a coquetear con la idea de dar a esta intervención mía un título inspirándose de un título de Adorno: «tabú acerca de la realización del diccionario marxista». Y entonces, una vez más, se me quería imponer la total imposibilidad de llevar a cabo nuestro propósito. Son dificultades de las condiciones en las que trabajamos, de los sujetos que somos y de aquellos a quienes nosotros, como autores, implicamos, pero son, sobre todo, dificultades de la cosa misma. Y tampoco puede olvidarse la pretensión, la menos humilde, que una obra así se plantea: la de ser útil.

Los intentos, actuales y futuros, de aproximarse a una socialización más sostenible en las relaciones con la naturaleza y unas relaciones interhumanas más solidarias no sólo deben encontrar en esta obra un universo intelectual polifónico, sino que deben hallarlo preparado por ella. «Polifónico» quiere decir, aquí también, que se trata de un mundo – para decirlo con las palabras de los zapatistas – en el que caben muchos mundos. Sin embargo, aquel «lugar del que provienen todas las respuestas» sólo es posible si se somete a las circunstancias de la crítica histórica.

Esto suena más prometedor de lo que la propia marcha permite. Socialización solidaria como perspectiva de nuestro trabajo no puede significar que en algún momento deje de haber conflictos, ni que el equipo olímpico que pretendíamos ser confeccionando el diccionario no decaiga en algún momento a causa del esfuerzo. Además, para someter a crítica histórica el «lugar del que provienen todas las respuestas», hace falta un lugar que defienda coherentemente tal concepción. Para configurar el «mundo teórico en el que caben muchos mundos» son imprescindibles las intervenciones a nivel editorial.

Continuamente estamos luchando con la dificultad de integrar posiciones «fundamentalistas» parciales en un proyecto universalista y plural. Tampoco es fácil lograr arrastrar a celebridades reconocidas fuera del trato cerrado consigo mismos.

En una situación tan precaria nos servimos normalmente, a la hora de relativizar diferencias, de la regla según la cual el rango lo fijan la problemática y la intervención de un pensamiento, antes que las opiniones defendidas; no con el objetivo de aceptar sin criterio alguno cualquier problemática, sino para que la actuación y la perspectiva puedan convertirse en objeto de discusión. Por ello insistimos en que se explique cómo se llega a una posición, cómo se expresa, a qué crisis o a qué conflictos intenta responder y qué objeciones se le han hecho.

Hasta aquí todo se puede explicar casi con neutralidad respecto a las tendencias políticas y escuelas académicas, si se ha trabajado bien. La valoración individual tiene su derecho y recorre indefectiblemente cualquier explicación, pero de modo indirecto y respetando otros argumentos, hasta que en el apartado final se pueda expresar directamente la visión y valoración personales. Sin embargo, es posible hallar un medio expositivo mediante el cual aquellos que piensan de manera distinta puedan aproximarse a esa valoración a través del propio fenómeno, o llegar a este a partir de la visión del autor. Por todo ello cabe emplear la teoría marxista, no sólo como ciencia, sino, sobre todo, como pensamiento dialéctico y arte político.

En fin, autá tà prágmata, las «cosas mismas», tienen otros niveles. Hemos aprendido de Marx y de Engels que las ideas no tienen historia. Naturalmente no se discute que haya una historia de las ideas, sino que lo que se quiere decir es que la fuerza impulsora de esa historia no son de nuevo ideas, sino que la historia material forma el subtexto de la historia ideal.

¿Qué significa esto para un diccionario histórico-crítico del marxismo? ¿Cómo se hace la historia de algo que no tiene una historia endógena propia sino que se mueve en la historia? Y ello no sólo en el caso del agua — que con los cambios de temperatura se derrite o se hiela o se transforma en el vapor, que el viento arrastra ya como nube–, sino también con las ideas, que se mueven con impulso propio, como si estuvieran provistas de una leve potencia histórica.

No se trata de ningún historicismo según el modelo de Ranke. Con Benjamin podemos comprender el carácter histórico-materialista de nuestra exposición como reacción a un «conjunto de peligros que amenazan tanto a lo transmitido como al receptor de la transmisión» (cf. Gesammelte Schriften, V, pp. 594 y ss ). Hablar de crítica que preserva o crítica salvadora – «rettende Kritik» – no es para nosotros un simple modo de hablar. En ella, el momento destructivo de la escritura materialista de la historia, del que habla Benjamin, es el momento integral, aunque a alguno le pueda doler, de esa preservación-salvación. Hoy nos amenaza de nuevo el peligro, con toda su fuerza, de que el punto de vista de los vencedores domine y suplante de nuevo la historia de los subalternos y de sus luchas de liberación.

En tanto que respondemos a ese conjunto de peligros, es inevitable que el sujeto pase al lugar del objeto y éste al de aquél. El título «Diccionario histórico-crítico del marxismo» tiene ya en sí mismo un doble sentido; del marxismo puede leerse aquí tanto como genitivo objetivo como genitivo subjetivo, es decir que marxismo es aquí simultáneamente objeto y actuación, sin que esa ambigüedad pueda evitarse. En relación con el objeto marxismo – o aunque sea de modo menos pretencioso teoría marxista – somos también nosotros seres «objetuales», «gegenständliche Wesen», o sea seres que se realizan en esa oposición práctico-teórica a las relaciones existentes, que es su objeto. Lo que se traen entre manos los que producen el diccionario, tanto los autores como los correctores, redactores y el editor, es una forma de pensamiento de intervención. Siempre hay que luchar contra la tentación de tratar la historia como un ensayo de seminario de último curso, en el que se trata de exponer con corrección. No hay nada que objetar a un buen seminario avanzado y como en uno de éstos, aquí se trata también de dar una interpretación correcta. La interpretación está situada históricamente; está ubicada en su propio punto de vista y su perspectivismo es inevitable. Sólo que el intérprete debe saber que él tampoco está protegido de disparates y de los errores, cuya exposición da sentido a su crítica. El papel es paciente, la historia en devenir no lo es.

En mayor grado y de modo distinto a lo que ocurre en una actividad académica, es inherente al trabajo en el diccionario histórico-crítico del marxismo la inquietante dimensión de no estar por encima de su objeto, sino de estar en él. No retrata simplemente algo que existe fuera de él y sin él, sino que mantiene al objeto de su estudio en el presente o, en cierto sentido, incluso lo llama por vez primera a la existencia o influye en su configuración. Eso ocurre precisamente en la medida en que –del modo que sea– algo se convierte en una entrada del Diccionario histórico-crítico. Piénsese en los cientos de entradas, como tontería en la música o calibanesco, cuya aparición y construcción en el contexto de la teoría marxista dinamitó convenciones establecidas hasta el momento.

Llevar adelante ese proyecto histórico-crítico tiene rasgos de una locura pasional, que afecta a cientos de individuos; sí, lo que pretende y lo que hace tiene algo de escandaloso y sería más inteligente ponerse una máscara como los zapatistas: se atreve a tomar posición, a incidir en lo intocable. El mero hecho de hacerlo y de hacerlo así, supone entrar en liza que, porque marca un camino, tropieza con la dimensión, hecha tabú, de la hybris. Como todas las intervenciones de este tipo, la nuestra conlleva cierta separación, al menos en tanto que se asoma a un campo desesperanzadoramente desunido, y en tanto que tiene que procurar dividir a su vez las divisiones establecidas, cuyos efectos revierten también sobre nuestro proyecto.

Productividad

La pregunta histórico-crítica por el marxismo, con la que nos acercamos a la historia, es productiva no sólo con relación a su objetivo concreto. Exige y hace posible leer la historia europea cultural y del pensamiento de otro modo. Si se lo compara con el Diccionario histórico de la Filosofía de Ritter, se muestra claramente. Donde éste parece aportar material para otro Final de Beckett, en el HKWM es como si, a través de la pregunta histórico-crítica dirigida a los saberes y practicas marxistas, se hiciera surgir otro universo espiritual, otro mundo político-intelectual, que anteriormente no existía de ese modo, ni siquiera en alguna de las líneas tradicionales del propio marxismo. También esto se encuentra en la perspectiva de Benjamin: partiendo del momento histórico de peligro que nos amenaza tanto a nosotros como a la herencia que nos llega, la crítica histórico-materialista conduce a una «creciente condensación (integración) de la realidad […] en la que todo pasado (en su tiempo) puede adquirir un grado mayor de actualidad al que tuvo en el momento de su existir» (l.c.). Con esta frase, no poco enigmática y provocativa, concluyo, agradeciéndoles su inestimable atención.


Apéndice sobre financiación y recepción del DCHM

Financiación

La venta cubre los costes de impresión, pero no el gasto inmenso en coordinación, comunicación, traducción, lectura y corrección, a pesar de que la mayor parte de dicho trabajo se lleve a cabo sin retribución. En Alemania todas las peticiones de ayuda hasta ahora han sido denegadas.

Para poder financiar el proyecto al menos en un mínimo, fundamos en Berlín, en 1996, el Instituto de Teoría crítica (InkriT – www.inkrit.org). Ha sido reconocido como un centro de interés general y sirve para fund-raising con privilegios fiscales. El Consejo internacional del InkriT es un reflejo del apoyo internacional con el que cuenta el HKWM. Un comentarista lo ha comparado con una legión de honor del pensamiento crítico. Entre sus miembros se encuentran sociólogos, historiadores, científicos de la cultura, ecologistas, teóricas feministas y filósofos como Pierre Bourdieu, Eric Hobsbawm, Perry Anderson, Jacques Derrida, Zygmunt Bauman, Donna Haraway, Sandra Harding, Graciela Hierro, Pablo González Casanova, Frederic Jameson, Iring Fetscher, Adolfo Sánchez Vásquez, Dorothy Smith, Roberto Schwarz, Roy Medwedew}, Immanuel Wallerstein, junto a escritores, dramaturgos y compositores como Carlos Monsiváis, Volker Braun, Dario Fo, Franca Rame, Hans Werner Henze, entre otros. Cada uno de estos nombres representa una aportación a la recepción y un apoyo inestimable.

Recepción

Todos los grandes periódicos en lengua alemana han dedicado reseñas a los dos primeros volúmenes, desde el Tagesanzeiger de Zürich al Frankfurter Allgemeine, pasando por la Süddeutsche Zeitung, el Frankfurter Rundschau e incluso el ZEIT. Y, naturalmente, también el Neues Deutschland. El tono de la crítica fue extraordinariamente positivo, desde la alabanza más extrema a la crítica respetuosa. La venta supera los 1.500 ejemplares. Los volúmenes 1 y 3 van ya por la segunda edición. También se ha iniciado la recepción internacional con reseñas en EE.UU., Canadá, Dinamarca e Italia; también una exquisita revista filología clásica oxfordiense resaltaba, no desprovista de benevolencia, nuestro tratamiento de la filosofía antigua. En París la obra fue presentada a dos congresos internacionales. Las grandes bibliotecas de los países más ricos del planeta – en especial en EE.UU., Canadá y Japón – descubren una tras otra, que lo necesitan. Cabe añadir a eso presentaciones de la obra en todo el mundo, además de en los países antes mencionados, en México, Cuba, Portugal, Brasil, Finlandia, Suecia. En un Congreso celebrado en la universidad de Amherst, EE.UU., la obra que está surgiendo fue calificada de «world-historic». Es posible que «histórico mundial» sea algo más, pero de introducir en la literatura teórica universal y en la historia del marxismo mundial algo que antes nunca había tenido cabida, es justamente de lo que se trata.


  1. Imagen del encabezado: presentación del DHCM en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), 2015. De izq. a der.: Wolfgang Fritz Haug, Frigga Haug, Elvira Concheiro, Gabriel Varga Lozano, Jaime Ortega Reyna. ↩︎